Hay una figura en el mundo del marketing que está ganando una mayor relevancia en el proceso de venta de un producto o servicio. Es la figura del prescriptor. Se trata de clientes muy identificados con una determinada marca, que conocen en profundidad sus productos y que ejercen un increíble poder de convicción en su entorno más cercano. Seguro que todos tenemos a un amigo experto en informática, por poner un ejemplo, al que siempre preguntamos antes de realizar la compra de un producto de este tipo. Aquí en Proyectae, sin ir más lejos, conozco a alguno que podría pasarse horas hablando por ejemplo, de las bondades de Linux, de Apple, del jamón de Jabugo, de Vespa…Probablemente nosotros mismos también somos prescriptores. En general, todo el mundo puede serlo y es por eso que las marcas están empezando a darse cuenta de la importancia de que sus clientes se sientan identificados con ellas y ‘evangelicen’ a su entorno.
Pero, ¿cuál es la clave para convertir a un cliente en prescriptor? Como es obvio, ofrecer un buen producto es básico. Pero la diferencia entre un cliente contento y un prescriptor va más allá del producto. Tiene que ver con los valores de la marca, con la seguridad, con la cercanía y con la coherencia que ésta sea capaz de generar. La comunicación se convierte entonces en una herramienta clave para transmitir esos valores: valores afines+buena comunicación=prescriptor.
En el vídeo que os dejo a continuación se hace referencia a esta figura de cliente prescriptor. En este caso el ejemplo es genérico. El producto en cuestión se llama Blank (algo como en ‘blanco’) pero el resultado es interesante.
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